Mujeres de la campaña |
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“Chacras, haciendas y
estancias constituían los principales establecimientos productivos que solían
dar curso a la actividad agrícola y ganadera a lo largo de un extenso
recorrido que podía incluir Corocorto (La Paz), La
Dormida, Las Heras y Uspallata, y que también podía
alcanzar a Luján o Maipú y extenderse al Valle de Uco…”,
apunta Beatriz Bragoni.
Mujeres con sus familias
o solas se encontraban en dichas chacras y haciendas de la campaña, alejadas
de los centros poblados. Como señala Dora Barrancos, estas mujeres conocieron
numerosas ocupaciones, tales como las tareas de la huerta y el cuidado de los
animales. “La atención de pulperías –centro fundamental de reunión, y no sólo
en el medio rural- estuvo muchas veces a cargo de mujeres, y no todas eran
viudas que heredaron esos negocios. A veces un matrimonio dividía tareas, y
ella se ocupaba de la venta mientras él se conchababa en las estancias…”,
continúa la autora.
Campaña Devoto,
Fernando y Madero, Marta. Historia de
la vida privada en la Argentina I. Buenos Aires, Taurus, 1999, p. 51. “Maestras
de posta” Muchas de ellas atendían
las postas con sus familias y se ocupaban de todas las tareas domésticas,
desde hacer el fuego, hasta preparar la comida, lavar la ropa y cuidar a los más
pequeños. Las ropas de estas
mujeres eran sencillas; consistían en una blusa ancha, a menudo blanca, que
se extendía como camisola y una pollera larga. “El único adorno que lucía la
larga cabellera oscura era una trenza de esmerada hechura, y apenas estas
señales de indumentaria servían ya para marcar distancias sustanciales con
las congéneres urbanas”, escribe Dora Barrancos. Estas criollas eran
prácticamente analfabetas y muy supersticiosas, según consta en relatos de
viajeros que se detuvieron en aquellos parajes. Además, algunos señalaron que
como estas mujeres no tenían que lavar el piso, porque era de tierra, ni
tampoco tenían demasiado mobiliario en las viviendas que arreglar, tenían
muchas horas ociosas que dedicaban a fumar cigarros. Se trata, por supuesto,
de miradas masculinas extranjeras, sobre las mujeres de nuestra campaña.
Posta hacia 1820 Schmidtmeyer, Peter. Viaje a Chile a través
de los Andes. Buenos Aires, Claridad, 1947 Algunas asistían a sus
maridos en las postas, refiere Juan Isidro Maza. Tal fue el caso, por
ejemplo, de Francisca Santander,
quien junto a su esposo Gregorio Moyano llevaron adelante la Posta de Rodeo
del Medio y el de Manuela Santander,
que atendía la posta del Retamo con su marido Francisco de Borjas Corvalán y en el año 1814 recibieron en ella al general
José de San Martín cuando viajaba a Mendoza para hacerse cargo de la
Gobernación Intendencia de Cuyo.
Mujeres de la campaña “Idilio criollo”,
pintura de Juan León Pallière. Disponible en: http://arteargentino.educ.ar/node/73
(consultado el 28 de junio de 2013) Otras, en cambio, tenían
a su cargo las postas, lo que demuestra que las mujeres de principios del
siglo XIX, lejos de permanecer siempre bajo la sombra masculina, podían
hacerse cargo y llevar adelante con éxito aquellas avanzadas enclavadas en
lugares inhóspitos y atender a los viajeros que por allí pasaban. Tal es el
caso de la criolla Teresa Lorca,
que atendía personalmente la Posta de Rodeos del Chacón, ubicada a orillas
del río Tunuyán, y de Eulalia Calderón, que estaba a cargo de la Posta de los
Rodeos de las Catitas y que prestó importantes servicios durante los
preparativos de la campaña libertadora del general San Martín, como apunta
Maza en su libro.
Descanso en una posta “Un alto en el
campo”, pintura de Prilidiano Pueyrredón.
Disponible en: https://urielarte.wordpress.com/2013/02/19/prilidiano-pueyrredon-fue-un-destacado-pintor-y-arquitecto-argentino-que-realizo-importantes-obras-de-ingenieria-y-embellecimiento-en-la-ciudad-de-buenos-aires/
(consultado el 28 de junio de 2013) Las
“soldaderas”
Fortín Disponible
en:
http://www.diasdehistoria.com.ar/content/en-sus-or%C3%ADgenes-jun%C3%ADn-fue-algo-m%C3%A1s-que-un-simple-fort%C3%ADn-avanzado
(consultado el 03 de septiembre de 2014) Beatriz Bragoni
señala que en la frontera vivían diversos personajes: soldados regulares,
milicianos, desterrados y presos, pero también habían mujeres que seguían a
sus compañeros y que se las conocía como “soldaderas”.
Éstas, desempeñaban diversas actividades y se las diferenciaba de aquellas
mujeres que llegaban solas, acusadas de prostitución o vagancia. “La convivencia se explayaba en la
reunión del fogón: un espacio de sociabilidad de primer orden de los
habitantes de la frontera y del universo rural en general”, continúa la misma
autora. Los
entretenimientos de la campaña Las postas, las pulperías de campaña
y los alejados fortines eran, además, lugares de reunión, recreación y
celebraciones, donde circulaba el mate y aguardiente, se socializaba, cantaba
y bailaba. “El baile lleva a los amores y éstos con mucha frecuencia a la
formación de una familia (…) aunque el paso por el altar pueda ser olvidado o
retrasado unos cuantos años”, anota Juan Carlos Garavaglia.
En efecto, eran muy frecuentes en la campaña las uniones de hecho que solían
oficializarse cuando un párroco pasaba por el lugar.
Baile Devoto, Fernando y Madero, Marta. Historia de la vida privada en la Argentina I. Buenos Aires, Taurus, 1999, p. 68. |
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